Que rollo de tele por las tardes, menos mal que tanta mopa y tanto trapo no me han dejado mucho tiempo de relax.
Así es mi vida ahora. Estoy tan volcada en perseguir a la pequeña por la casa, que no me queda un ratito libre para ordenar y limpiar. Claro, que tampoco ha sido nunca una prioridad en mi vida, pero que las pelusas campen por el pasillo tampoco debe ser muy conveniente. Así que cualquier ratito sin el terremoto lo aprovecho para, por lo menos, volver a colocar cada cosa en su sitio.
Y, como en el día de la marmota, otra vez llega y lo remueve, y otra vez vuelta a empezar. Y, sorprendentemente, mi paciencia lo disfruta y la deja. Como me decía una buena amiga esta mañana, quien me ha visto y quien me ve.
Todo esto me hace feliz. Y mira que esa palabra, en este momento, me viene muy grande. Si se pudiera asociar cada palabra a un tamaño, del 1 al 10, feliz en mi diccionario particular mide 4, no llega al aprobado. Entre mis niñas y los psicotrópicos, espero aprobar antes de final de curso. Ahora, sólo tengo que saber cuándo termina.
Por esta noche os dejo, deseando que tengais dulces sueños.