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El cáncer de mamá (con acento en la «a»)

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El cáncer de mamá (con acento en la «a»)

Después de tanto tiempo, lo primero es lo primero: GRACIAS POR SEGUIR AHÍ.

No se si lo sabéis, pero las nuevas tecnologías se imponen, y ahora le doy menos a la tecla y más al REC, charlando a través de los stories de @elclubdelassupervivientes. Estáis invitados/as a poner la oreja.

Hoy os cuento una iniciativa de Geicam, Fecma y Novartis, que se han propuesto poner el acento en la investigación sobre el cáncer de mama….mejor dicho, el cáncer de mamá.

 

¿Has visto el vídeo? ¿Los pelos como escarpias? Desgraciadamente, es así de infantil, tan pito-pito-gorgorito, te puede tocar a ti esa lotería tan cruda que te deja marcada de por vida.

Creo que os lo he contado alguna vez, pero cada vez que mi rubia se cruza con una mujer calva, o con pañuelo, ella siempre dice: mira, mamá, esa señora tiene cáncer de mamá (con acento en la última «a), como tú. Porque para ella, que aún no ha visto el horror de la enfermedad, esas «señoras» tienen el cáncer de mamá, el que le he contado más de una vez, el que me hizo quedarme calva, el que me hizo decidir que quería darle una hermana a la morena, el que me hizo crecer y convertirme en una persona distinta, a mi gusto mejor, pero diferente.

Porque el cáncer de mama se puede convertir en el cáncer de mamá, o en el cáncer de hermana, o en el cáncer de amiga, o en el cáncer de compañera de trabajo (o compañero, que casos en masculino hay cada vez más).

Y la única manera de convertirlo en «anecdótico» (ojalá) es seguir invirtiendo en investigación, así de sencillo y así de complicado a la vez.

Tenemos la suerte de estar sanos, pero tenemos la enorme fortuna de poder colaborar para que lo sigamos estando, nosotros y los que queremos.

Os propongo un reto: vamos a donar 1 euro por cada «acento» que queramos poner: por nosotras, nuestras hijas, hermanas, amigas, compañeras de trabajo, vecinas….y por ellos, por supuesto. Pincha en el monigote rosa y COLABORA.

geicam

Espero ver muchas tildes rosas colaborando, poniendo #elacentoquelocambiatodo.

Un abrazo inmenso. ¡Os leo!…..o nos vemos por las redes 😉

Que la fuerza te acompañe

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Que la fuerza te acompañe

Hace poquito que una buena amiga ha entrado en el «lado oscuro» como cuidadora, un papel que siempre, siempre, viene sin instrucciones.

Yo me declaro mala cuidadora, no sabría ni por dónde empezar, no empatizaría para nada con el/la enfermo/a, no sabría sacar el lado positivo y, lo que es peor, no se si querría sacarlo.

Pero ella sonríe entre lágrimas, te cuenta sus penas con miedo a aburrirte, continúa (o lo intenta) con su rutina, intentando que la enfermedad que intoxica su casa no salpique fuera de ella.

Porque cuando el maldito bicho te pica, tu vida frena, pero el mundo sigue girando. Y tus amigos/as siguen mirando su ombligo, tu familia sigue celebrando la vida, las playas siguen abarrotadas, los aeropuertos siguen llenos de viajeros sonrientes, las cañas siguen saliendo igual de fresquitas del grifo, y los cafés siguen rodeados de conversaciones sin fondo. Y el enfermo está activando ese freno, concentrado al 100% en curarse, pero el/la cuidador/a no tiene acceso a esa llave: la vida  frenética lo sigue arrastrando, mientras un trocito del corazón lo deja en casa vomitando o con una quimio recién dada cuando se va al trabajo, el otro trocito, el que más disimula, se queda en el cole con sus cachorros, sus piernas tiemblan en la consulta del oncólogo y sus brazos siguen tecleando en su puesto de trabajo. Queda la cabeza, esa que ahora sólo la lleva porque va pegada al cuello, pero no está donde corresponde. Entre informe e informe su sangre se hiela porque le llaman del hospital, intenta prestar atención en esa aburrida reunión mientras calcula horas de la medicación, soporta la regañina por el último despiste mientras se escapa una lágrima que nada tiene que ver con lo laboral.

Querida Natalia, queridas natalias que estáis viviendo en el infierno: te admiro, os admiro.

Yo viví la película como protagonista, no como secundaria. Pero veo en mi madre vuestro reflejo, la cuidadora en mayúsculas, cuidando del amor de su vida y de sus tres cachorras sin descanso, con malas noticias encadenadas, de hospital en hospital, y me encantaría que fuerais testigos de las carcajadas que ahora, tras su paso por el infierno, suenan más fuertes que las nuestras.

Solo os puedo ofrecer mi fuerza, mi admiración y mi abrazo (físico o virtual, elige el que prefieras). Estáis haciendo el trabajo más difícil del mundo, y algo tan duro tiene una gran recompensa, no lo dudo.

En un día como hoy, donde se celebra el amor, nadie hará regalo más bonito que el vuestro.

¡Os leo!

La otra Navidad

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La otra Navidad

Bueno, bueno, bueno, cuanto tiempo sin escribiros. ¿Nos ponemos al día?

Lo primero de todo, perdón por desaparecer así de golpe. No ha pasado nada importante, pero han pasado muchas cosas. En estos meses hemos sido una persona más en casa (I love you, Bella), me operaron del túnel carpiano y he estado unas semanas de baja y, sobre todo, lo que me ha quitado más tiempo, es una prueba en Bruselas para trabajar como funcionaria internacional.

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Mis cachorras con Bella, nuestra estudiante australiana de intercambio

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La ya tradicional foto post-quirófano

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La Grand Place de Bruselas inundada de espíritu navideño

Ahora ya ha pasado todo, la prueba de Bruselas ha terminado con muy buenas sensaciones, con la determinación que necesitaba para darme cuenta que no necesito nada ni a nadie para comerme el mundo yo solita, que puedo, y que el futuro puede ser muy interesante, mi mano está totalmente recuperada de la operación, aunque el brazo izquierdo se ha resentido de estar presionado los 15 minutos de la cirugía y comienzo con masajes linfáticos para prevenir un futuro linfedema, mis cachorras han terminado un primer trimestre algo duro, sobre todo para la futura universitaria (maldito 2º de Bachillerato), y he ampliado mis consultas con la enfermera de mi centro de salud, una buenísima idea. Me está enseñando a comer mejor, y a llevar una vida más sana en general.

Y ahora que ya nos hemos puesto al día, os cuento por qué el post de hoy se llama La otra Navidad.

Si tenéis twitter, podéis seguir el hashtag #LaotraNavidad. Os vais a encontrar con una realidad paralela que, muchas veces, no nos apetecerá leer, pero que existe.

En mi caso, en el de mi familia, #LaotraNavidad la vivimos desde hace siete años, cuando el puñetero bicho se llevó a mi padre un mes antes de las celebraciones llenas de purpurina y sueños. Ya íbamos tres de los nueve miembros tocadas, con alguna cicatriz que otra, y con el corazón partido nos volvimos a reunir, esta vez alrededor de la silla vacía, recordando que el cáncer mata, que nosotras somos unas afortunadas con una genética sorprendente para muchos médicos, pero justo el dueño del 50% de nuestra genética no consiguió superar el primer round.

Efectivamente, desde mi primer paso por quirófano para «matar» a un cáncer bilateral, mi Navidad es otra. Pero, curiosamente, no todo es malo.

He aprendido a disfrutar de cada gesto, de cada mirada de ilusión ante cada carroza de la Cabalgata, de cada apretón de manos cuando las manadas de gente en Sol hacen que mi rubia se sienta agobiada, a recordar cómo los Reyes fueron capaces de subir un perro por la terraza del ático para mi morena, a achuchar a la mamma un poco más estos días, a saborear cada caña pepinera rodeada de gente sonriente que me mantiene la sonrisa difícil de estos días.

La otra Navidad existe, pero depende de nosotros transformarla en algo bonito dentro de nuestras posibilidades. No dejo de pensar en dos amigas (os quiero Natalia y Paloma) que tendrán este año más que nunca una Navidad difícil, pero seguro que saben darle la vuelta y encontrar su motivo para sonreír.

Os dejo con deberes para estas vacaciones, como a los niños: disfrutad de todos y cada uno de los que se sienten en vuestra mesa, aunque sea la cuñada listilla o el primo monguer, porque, si esa silla estuviera vacía, seguro que alguien no estaría feliz.

Feliz Navidad, pandilla. ¡Os leo!