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Dulce diagnóstico 

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Dulce diagnóstico 

¿Existe la posibilidad de conjugar dulzura con diagnósticos difíciles? 

Os contaba en alguna otra ocasión cómo las nuevas generaciones de oncólogos empiezan a preocuparse un poquito por los sentimientos. Por eso hoy, y por recomendación de mi sister, voy a centrarme en eso, en sentimientos.

No se vosotras, pero el día del diagnóstico lo recordaré siempre. Por duro, por extremo, por feo y, a la vez, por todo lo contrario.

Por partes:

DURO: No hace falta que os explique el por qué. El primer día de mi nuevo yo. El momento de inflexión entre la Estefanía inmadura, superficial y la Estefanía centrada, agria y valiente que empezaba a formarse. La bofetada que hace temblar tus cimientos y te enseña que la escala de valores que habías formado no aguantará este vendaval.

EXTREMO: Me voy a morir, me muero, no voy a ver crecer a mi morena, se acabó, se apaga la luz. No, no soy exagerada. Escuchas cáncer y la túnica negra y la guadaña se sientan a tu lado en la consulta. Te falta el aire, lloras y ríes de los nervios, la ansiedad se apodera de tus días y tus noches, sobre todo las noches. Intentas pensar en conocidos con la batalla ganada y sólo aparecen en tu cabeza los que se fueron, los que perdieron en el último set.

FEO: Lágrimas, pena, abrazos con sabor a despedida anticipada, miradas de compasión, incluso de alivio por no ser ellos. Médicos, hospitales, tratamientos, futuros inciertos y economías en la cuerda floja, inestabilidad, miedo.

Y TODO LO CONTRARIO: Esa llamada que quien no te imaginarías nunca cuando se entera, esos abrazos sentidos, esas manos abiertas, generosas. Ese concepto a veces perdido de piña, de unión, de familia, ya sea la de sangre o la que elegiste. Esa limpieza de vicios, esa luz al final del túnel.

Sea como sea, por favor, necesitamos hacerlo más dulce. Se puede. 

Desde el/la enfermero/a, médico/a que ese día te recibe en consulta, intentando empatizar, hablando un idioma que entendamos, sin compasión pero con humanidad. A veces la especialidad nos hace, ya de entrada, odiarlos, pero deben estar por encima de eso y demostrarnos lo contrario. Son los especialistas que nos van a curar, superhéroes de la medicina que nos tienen a su merced. Nosotros prometemos obedecer a cambio de una mano en el hombro.

Esa familia que cierra filas organizando consultas, colegios, coladas o papeleos administrativos. Toda ayuda vale. Ver la energía de los que te rodean anima, y mucho.En ese momento somos un paciente pequeñito, asustado, hecho un trapo, que necesita saber que todo va a ir bien, que nadie va a dejar ningún fleco suelto.

Esos amigos que huyen de penas y sacan sonrisas. Que te dejan llorar quince minutos a cambio de dos horas de vanidades, conversaciones de cualquier tema o color, alejados de la rutina médica. Sin agobiar, dejando espacio pero sin perder el hilo rojo. ¿Que desaparecen? Pues puente de oro. Y si se quedan….ay si se quedan!

Así, con poco, algo tan crudo como un diagnóstico de cáncer puede ser un poquito más dulce. Seguro. Lo recordaremos siempre, al igual que os recordaremos siempre si ese día, y siempre, estáis ahí con la mano tendida.

Os leo!

Amigos

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Amigos

Imagináos una situación muy simple pero muy común: tienes una ecografía programada a las 11:30, tu pareja (si la tienes) está off, y tienes un bebé de seis meses que, a ser posible, mejor que no lo lleves (es más, doy fe que en determinadas consultas son como el anticristo). ¿Tú que harías?

Evidentemente, si no existen más opciones, te llevas al anticristo a la consulta y que salga el sol por Antequera, pero algunos afortunados tenemos un as en la manga: AMIGOS, así, en mayúscula, negrita y subrayado. Seres mágicos con superpoderes que nada más colgar tu llamada ponen en órbita sus satélites y se organizan para cuidar, mimar, cambiar pañales o cantar nanas al bebé hasta que tú vuelvas, sin horarios ni normas.

O llega diciembre, tu cuerpo acumula 7 quimios, dolores musculares, un amago de depresión y ninguna defensa, y ahí los tienes, con las llaves de su casa de la playa a tu disposición, dejándote invadir su intimidad con vistas al mar.

O en pleno mes de agosto te programan una mastectomía bilateral, casi nada, y no dudan en poner una tumbona más en sus vacaciones playeras para que tu morena no eche de menos la espuma del mar.

O adoptan a tu pequeña durante los cuatro o cinco «días malos» después de cada chute para que no te vea vomitar y puedas recuperarte mucho antes.

Son sólo ejemplos, podría llenar la memoria de WordPress con todos y cada uno de los favores recibidos, de los momentos vividos, de los llantos compartidos o de las risas eternas. Somos capaces de acabar con el café de Colombia, el imperio del Sr. Mahou o las manzanillas con anís de las cafeterías que nos rodean.

Podría poner muchos puntitos en mi mapa de España particular, allí donde tengo un café esperando, donde tendría que dejar un GRACIAS tan grande como mi cuerpecito, donde recoger lágrimas que ya no tienen sentido y dejar sonrisas hasta mi próxima visita.

Y si ya era afortunada, en unos años he ampliado ese mapa y le he añadido uno paralelo virtual: amigos en muchos casos digitales, a los que todavía no he puesto cara, o sí, que las redes me regalaron y espero conservar mucho tiempo cerca.

Nunca seré capaz de devolveros lo que me habéis dado, ni de lavaros toda la ropa manchada por mis lágrimas en vuestros hombros. Tan solo espero seguir haciendo más gorditos los puntos ya marcados y, si a la vida se le antoja, ampliarlos.

Os quiero y os necesito con la misma intensidad, sin abusar, pero sin descanso.

amigas

Y por supuesto, como siempre, os leo!!

La Pintora de Estrellas

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La Pintora de Estrellas

Tengo la inmensa suerte de tener amigos muy elásticos.

Os aclaro el concepto: para mí, los amigos elásticos son aquellos que todos tenemos, y que pueden estar cerca o lejos, verlos mucho o poco, pero sigue siendo como si ayer os hubíerais tomado un café…o un colacao 😉

Mi relación con Amelia viene de largo, unos 15 años mas o menos, cuando iniciamos andadura de urbanización juntas. Todavía sin mochuelos, empezando a darnos cuenta que las raras somos nosotras (jejeje) y empezando también a conocernos, con personalidades tan distintas y con tanto en común.

Si algo me atraía de ella era su nervio, su entusiasmo, ese ser inquieto que no tiene absolutamente nada que ver con mi «acomodo» vital. De hecho, su hogar se movió como la ficha azul tras la roja en el parchís, pero siempre hemos tenido esa goma elástica que nos ha hecho estar en contacto, saber de nosotras, leernos…

Esa Amelia inquieta, evidentemente, tiene una mente que le acompaña, igual de inquieta, viva, y todo eso procesando día y noche la llevó a plasmar en letras todo lo que pasa por su cabeza, por su vida o por la vida de aquellos que la rodean.

Contra viento y marea aprendió el difícil idioma de publicar una novela cuando no tienes un padrino que lo haga por tí, no has salido en Gran Hermano o no has estado involucrado en algún escándalo mediático o formas parte de una mesa televisiva de debate. No eres nadie (que equivocados estábais), ninguna editorial va a perder el tiempo leyendo lo que escribes.

Cualquiera en su lugar (o yo en mi «acomodo») hubiéramos tirado la toalla, pero Amelia no, ella no sabe renunciar a un sueño, y comenzó auto-publicando en Amazon. Estar meses entre los más vendidos dió su fruto, y un par de editoriales, por fin, se interesaron por su obra.

Y eso nos lleva a la tarde de ayer, cuando tuve la suerte de compartir con ella la presentación de su novela La Pintora de Estrellas. Creo que yo era de los poquitos en la sala que no conocen el final de la historia, aunque mi excusa no es tal, sino una rabia verde que me tensa: mis neuronas robadas por la quimio no me han permitido, todavía, terminarla. Historia, cultura, amor, intriga y, sobre todo, personajes alabados por activa y por pasiva….escultora de personajes fue mi conclusión cuando alguien dudaba de cómo etiquetar su obra.

PINTORA

Escuchar a los que sí lo han leído apasionarse, preguntar mano a mano, como si fuera parte de ellos, me dió un orgullo de amiga sorprendente, pocas veces lo había sentido antes. Sentir orgullo y no envidia insana debe ser la definición de madurez en una relación.

A la vez, saber que hay veces que sí se puede, que la constancia se premia, que si eres bueno, en algún momento de la vida alguien te lo va a recompensar, me abre un rayito de sol en la tormenta.

A lo largo de los días os dejaré prueba gráfica del encuentro, para que nos veáis la sonrisa de oreja a oreja.

Ahora os dejo un fragmento muy pequeñito que leyó ayer en la presentación y me encantó:

Las mujeres siempre hemos sido un poco pintoras y nos imaginamos un cielo que queremos poner en uno de esos lienzos que tienes por ahí y, pincelada a pincelada, de entrega, de sufrimiento, de trabajo, de ilusión, de renuncia, de alegrías y de amor, sobre todo de amor, de intenso amor; pincelada a pincelada, vamos creándolo un poco cada día. Primero rellenamos el fondo, en azul. Después le añadimos la luna y su reflejo, en plata. Y, entonces, lo llenamos de estrellas, de millones de estrellas blancas, una por cada beso que damos a los que dependen de algún modo de nosotras o a quienes queremos. Y bajo ese hermoso cielo hecho de nuestras pinceladas, los demás pueden refugiarse cuando llega la noche. Y también creo que cada mujer debería poder decidir cómo pintar ese cielo.

Esta vez no os digo eso de «Os leo»….mejor leedla a ella.