19 de Marzo de 2008
Día 25 de RT. Día del padre. Acabo de hablar con el mío para felicitarle. Y con Jaime, que, como se llama Jose Jaime, también es su santo.
Ayer no me hicieron placas ni me vió la enfermera, sólo la doctora. Y es porque hoy es la última sesión. Las cinco restantes son un «bono regalo», porque se está demostrando que dando alguna más en los puntos de incidencia, donde estaban los tumores, es muy efectivo, así que la semana que viene los movimientos de la máquina serán distintos…¡ahora que ya me los tengo aprendidos!
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Empieza en el izquierdo, pasa al derecho, por debajo, y luego continúa sobre la cicatriz del pecho. Pasa al izquierdo, por debajo, y luego sobre la cicatriz un poquito más. Y, cuando acaba el ruido, se oyen pasos y las voces de la técnico: Baja los brazos, Este!! Y una más….
¿No he contado nunca cómo es una sesión, verdad? Pues antes de lo que acabo de describir, te sientas en la sala de espera, donde hay una auxiliar muy agradable (que guapa vienes hoy de verde 😉 Se abre la puerta de sensor y te llaman. Entras a una sala donde hay 4 habitáculos (dos con wc y dos sólo con silla y percha). Ahí te cambias. Previamente, coges una bata de la estantería. Y esperas a que te llamen, aunque hay veces que, como no lo oyes, esperas a que venga a cambiarse el que está delante de tí.
Pasas dentro, te quitas la bata, comentas algo y te tumbas boca arriba, con los brazos hacia arriba, agarrados a un soporte para que no se te cansen. No todo el mundo tiene esa postura. En mi caso es por ser bilateral y tener que radiarme los dos pechos.
Todos los días es la misma rutina, excepto los martes, que previamente sale la pantalla de placas de la máquina. Un martes sin moverme, y el otro martes moviéndome hacia un lateral (o borde) u otro de la máquina.
Cuando suena el: «baja los brazos» te vuelves a poner la batita, y a cambiarte. Si no es martes, directamente te puedes ir. Y, si lo es, esperas en la sala a que te llamen las enfermeras, Norma y Charo. Te pesan, te miran cómo va el pecho, te miden el brazo por tres sitios: muñeca, antebrazo y brazo, y te puedes ir. Suelen darte algún consejo, como el tema de la ropa interior de algodón 100% que yo agradezco, porque cualquier sujetador ahora me molesta.
Cuando sales de la consulta de enfermería, esperas otro ratín (casi nunca pasa del par de minutos, porque la enfermera pasa tu historial a la doctora) y te llama la doctora. En su consulta, ella revisa las placas (siempre me dice que yo tengo mucho lío con tanta placa) y también me revisa el pecho. .-¡ Estás empírica!- Y con un :»¿ya está?» de mi parte, termina la consulta.
Ahora sí, ya puedes irte a casa.
Madre mía, cuántos recuerdos galopando desbocados! Siete años ha hecho ya de aquellos trayectos en tren al Clínico para darme las sesiones de radioterapia, donde, sin saberlo, empezaba mi etapa de bloguera, contando día a día los recuerdos más recientes para no olvidarlos.
He buscado mi cuaderno de recuerdos porque el próximo día 30 de septiembre, a partir de las 17:30, tengo el honor de volver a colaborar con la Fundación Más que Ideas en unas jornadas sobre radioterapia en el Círculo de Bellas Artes (invitados estáis, por supuesto), y necesitaba volver a releer cómo me sentía durante mi propio tratamiento, esas 33 sesiones que recuerdo fáciles, comparadas con la quimio.
Aquí podéis ver toda la información por si os apetece venir. Sólo por compartir horas con un equipo tan vivo como el de la Fundación Más que Ideas, ver la sonrisa de Paula de Nodramapausia y aprender con el equipo médico y de enfermería de la MD Anderson (sí, sí, los de Houston) merece la pena.
Me despido hoy con una sonrisa para todo el equipo de Radioterapia del Hospital Clínico San Carlos por lo bien que me hicieron sentir, por lo fácil que fue entender el tratamiento, por sus cuidados y sus mimos y, sobre todo, por trabajar al 100% por y para el paciente.
Como siempre, os leo!!