Recordando estos días todo lo que pasó hace cuatro años, impresiona ver cómo es de selectiva la mente con los recuerdos. Parece que está olvidado, pero en el momento en que te sientas a recordar, están ahí, nítidos, como si se hubiera detenido el tiempo.
Una vez que me hicieron todas las pruebas, recuerdo que era semana de cumples en el cole. Aunque todavía no sabía nada, el ánimo no estaba muy alto, pero ahí estuvimos, a la vez que preparábamos el sexto cumple de Berta, que sería la semana siguiente. Y recuerdo perfectamente la gente que decía aquello de «no te preocupes, que si fuera algo malo ya te habrían llamado».
Pasó la semana, y el lunes, recién llegada a casa del trabajo, suena el teléfono. Coronel de Palma me cita para el día siguiente por la mañana. Y ahí llega el derrumbe. Todavía no lo has escuchado, pero ya sabes lo que te vas a encontrar.
Por la mañana, con los nervios a flor de piel, tanto de Jaime como míos, llegamos a Móstoles, y en la sala de espera está «el abuelo postizo» sentado. De la consulta sólo recuerdo un «no tengo buenas noticias» y ya no escuchar nada más. Sólo a lo lejos, algo de dos…… Perdone, me está diciendo que lo tengo en los dos? Sí….. Y la cara de la ginecóloga lo decía todo.
De ahí, llamada a Domingo y rumbo al hospital de Móstoles. Fuimos andando, y llorábamos, reíamos, volvíamos a llorar. Mi cabeza estaba en ebullición. No era capaz de sintetizar tanta información en tan poco tiempo. En el hospital, periplo por distintas consultas, caminando como en una nube, y llegamos al despacho de la Dra. de Dios. Es muy agradable dar con alguien que sabe lo que sientes, profesional pero tan cercano, que es capaz de hablarte en ese momento como necesitas, a la vez que va introduciendo en tu cabeza el concepto de la enfermedad. Recuerdo que la pregunté: Doctora, me va a curar, verdad?? En la sala de espera, un grupo de amigas a lágrima viva esperando para darme un abrazo. Ya os contaré más adelante, pero la vida te enseña que hay gente que sólo está para el «momento foto», en el tumulto de los paparazzis, pero cuando de verdad los necesitas, huyen.
La llamada al trabajo también la recuerdo. Mi jefe tan noqueado como yo, que llamé para decir lo que habían encontrado y que no me apetecía ir al trabajo, porque aquel día estaba de tarde. Que ilusa, no era apetecer el verbo correcto.
Y viaje a Talavera para comunicarlo a la familia. Suerte que aquel día comían todos juntos en casa de los papis. Recuerdo sus caras de frente al decirlo, sobre todo la de papá, huérfano por un cáncer también. Nunca imaginaré lo que puede pasar por la cabeza de unos padres cuando les comunican una noticia tan cruel, y espero que nadie a quien yo quiera tenga que pasar por ello jamás.
Por hoy ya he abierto demasiado la herida, voy corriendo a por Betadine para poder seguir. Un abrazo.
Aunque es muy duro todo lo que has pasado solo piensa una cosa estas viva y curada.
Madre mia que de recuerdos !!Es increible (como dices tu) como el cerebro es capaz de exiliar a todos esos sentimientos y vivencias al olvido.Muchas veces la verdad no es lo mejor pero sigue siendo la verdad .Asi es como creo yo que tu te has planteado esta enfermedad ,ante las catàstrofes hay que utilizar el valor de uno y ya te digo yo a ti que de esto tienes mucho!!!!
Es increible la memoria que tenemos los seres humanos incluso para cosas que no nos gusta recordar. ¿Por que sera que los malos recuerdos son los que nunca se olvidan y los mantenemos frescos como si hubieran ocurrido ayer? Parece que fue ayer cuando ocurrio todo y mira ¡aqui seguimos. !Esto es lo importante .
Uhh.. Me pones la piel de gallina,que memoria la tuya,que entereza la tuya ,que fortaleza la tuya…que lucha la tuya,el que lucha un poquito dia a dia acaba ganando la batalla.Esta batalla ya es tuya. Bsos.