Lo primero de todo, Feliz Navidad. Resaca gastronómica y de sentimientos, y otro año más hemos levantado la copa.
Esta última semana del año la voy a dedicar a hacer recuento de mi año 2011, y a la vez os animo a hacer el vuestro. Última mirada atrás para seguir caminando.

Enero comenzó en Talavera. Uvas con papá rebosante de salud, primer Año Nuevo de Carlota, remontada y victoria de un larguísimo tratamiento de quimio, cabalgata y Reyes Magos, y vuelta al cole, entrenamientos y cafetitos. Finales de mes con cumple, y poco más digno de mencionar.

Febrero pasó con revisiones médicas, escayolas en el brazo y preparativos para la vuelta al trabajo tras la baja maternal.

Marzo fue el mes del «tocado y hundido». Otra vez volvíamos a hablar de tumores de ovario, tratamientos, quimioterapia, y el volver a oírlo en otro miembro de mi familia me quebró, esta vez no tenía más fuerzas. Recuerdo a papá agarrado al cochecito de Carlota sin parar de pasear, con la cara descompuesta. De hecho, la bebé fue la protagonista absoluta del día, la única capaz de sacarnos una pequeña sonrisa, el salvavidas de todos y cada uno. Y marzo me hizo cobarde, depresiva, miedica e incapaz de volver al trabajo.

Abril vino con separaciones, visitas a la playa con un sol vitaminado que, en un futuro de bonanzas económicas, me gustaría devolver, con consultas médicas para preparar la primera operación personal de este año, y primeras consultas con la psicóloga.

Por hoy mi memoria ya ha trabajado bastante. Poned la vuestra en funcionamiento, siempre merece la pena recordar.