Uno de los placeres de mi vida (otro más) es la siesta del fin de semana.

Cocina recogida, café tomado, niña mayor viendo peli, niña pequeña empezando a respirar hondo, muy hondo……imposible no caer!
En la tele cualquier cosa vale, por ejemplo, futuras reinas de la belleza de Tenessi comprando vestidos horripitosos para sus certámenes, móvil en silencio, pies en alto
(fundamental), y mantita (también fundamental).

Y una (o dos) horas de respiración profunda, sueños que no soy capaz de recordar y despertar desorientada pensando que llego tarde a no se que sitio.

Adoro estas tardes tanto que si tengo que comer fuera, casi diría que me molesta.

Necesito recargar energía de sofá, esas que me da fuerzas para aguantar bailes desenfrenados en el despertar. Aunque la vuelta a la cama de cierta canija se hace eterna por tanto descanso, algo que compensará el madrugón, y así una y otra vez, en bucle.

Empiezo a apreciar muy mucho mis placeres; las estancian hospitalarias hacen mella, y días como hoy nublados, melancólicos y familiares me hacen estar muy agradecida por lo que tengo.
Ay que mayor me estoy haciendo. Mi próxima compra de tinte va a ser para las canas del espíritu.

Os dejo. Mi bailarina me reclama.

Os leo!