Veíais aquella serie tan instructiva llamada Érase una vez la vida? Me encantaba ver a los buenos luchar contra los virus malos y feos.
Pues esa batalla se lleva librando en casa desde el jueves por la noche.
Empezó la pequeña, siguió la mamá, casi al tiempo el papá, y remató la mayor. Todos malitos, casi con la misma sintomatología, y hoy con el cuerpo molido como después de un combate de boxeo. Sólo se ha salvado Zeta, que ha andado inquieta todas las noches viendo pasar fregonas y sábanas limpias.
A quien más le hace falta la pérdida de kilos – leasé a mí – seguro que ni lo noto. Seguiré con mis paseos por esa ruta tan relajante que he encontrado, bordeando el Guadarrama entre árboles y juncos.
Todo lo demás sigue bien. Las nuevas lolas tiran a rabiar, sobre todo de la cicatriz de la espalda, pero no paro de mirarlas y sonreir. Lástima que sea invierno y las tenga que llevar tapaditas por aquello de los resfriados.
Y poco más hay que contar. Seguiremos con la dieta blanda algún día más, por si las moscas.
Os leo!