Colgado el cartel de «estamos de puente» encuentro todo. Hay que ver, con lo malita que está la vida, y los madrileños aprovechan juntar 3 minutos para salir escopetados. Los entiendo. Yo no me voy porque mi economía no me lo permite, que aquí me iba a quedar yo!!
Hace unos años, el viajecito a Cádiz estaba asegurado, hasta que un mayo como éste, lluvioso y frío, hizo que saliéramos deslizando y atravesáramos cuatro carriles cual patinadores patosos. Madre mía que susto, madre mía que destrozo, madre mía que trauma, madre mía que suerte tuvimos, madre mía, «pa habernos matao». Toda una aventura esa tarde en el hospital de Córdoba, la grua, los padre de Jaime volando a echarnos una mano, Berta comiendo caracoles como si con ella no fuera el impacto, collarín de vuelta y un dolor en el cuerpo comparable a tener sobre tí una manada de elefantes escapando de SS.MM (chiste malo, tenía que hacerlo), una quemadura con forma de W debido al airbag, ése que nos salvó la vida, y vuelta a Madrid llorando en cada curva y sufriendo por el momento de volver a ponerme al volante.
Desde entonces, día de lluvia conduciendo, día de recuerdos «cordobeses». Y, desde entonces, nunca más visita a Cádiz por la A-4, ni Despeñaperros ni Cuesta del Espino. Con lo bien que se va por la carretera de Extremadura, tan aburrida, tan segura…
Pero el mejor recuerdo de un puente de mayo lo tengo hace cuatro años, en Fuerteventura, celebrando que había terminado todos mis tratamientos, con el pelo cortísimo y de color amarillo pollo, cambiando de bikini en cada baño porque después de la radioterapia no era conveniente tener sobre la piel nada húmedo y con salitre, y con toda la prepotencia que te da el saber que has ganado una batalla. Que bien nos lo pasamos, sobre todo Berta, que incluso lloró cuando tocaba volver.
Este puente será tranquilo, aprovechando la lluvia para ver si arrastra la mala racha y empiezo yo también una primavera soleada. Que disfrutéis hagais lo que hagais. Os leo!!