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Un muy buen año

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Un muy buen año

2017 ha sido muy, muy bonito.

He aprendido a quererme y a valorarme, que falta me hacía.

He pasado todas las revisiones con nota.

He vuelto a estudiar con mi neurona casi al 100%

He estrenado trabajo y con él he subido mil puntos en ilusión.

He conseguido desprenderme de unos ladrillos que no me dejaban dormir.

He creado rutinas nuevas que me producen lágrimas de risa (os quiero mucho, Viejas Glorias)

He aceptado (que no superado) sentencias y recursos.

He recibido visitas del sur que me han hecho agrandar el concepto de familia.

He sentido mucho orgullo por tíos con cicatrices y primas valientes hasta el infinito.

He tomado mil cafés (o cervecitas) con los amigos de verdad, con los que es igual que rías o llores porque te entienden y te quieren ( y aquí están mis hermanas favoritas, mis viejas glorias, mis compañeros de trabajo, mi compañera de menús en Loranca 😜, vecinas que se convirtieron en amigas hace ya años y me alegran los domingos, amigas del suroeste que siguen detrás del teléfono haciéndome reír con sus memes, mis mamás del cole, mis compañeros voluntarios, mis pepineros, mis urbanitas, y algunos que seguro olvido y se me ofenderán).

He necesitado a mi mami y a la super tía, las he tenido, hemos reído mucho, alguna lágrima también ha caído, pero el sofá de nubes está muy a gusto recostado, viendo cómo nos cuidamos y nos queremos.

He superado un par de gastroenteritis, resfriados, cambios de ciclo y de centro, rutinas nuevas que son muy difíciles de entender, noches sin dormir porque alguna rubia me clava sus enormes pies, enfados a voces con la morena, en definitiva amor del bueno, del bonito, sin contaminar, sin fisuras y para la eternidad.

Y termino conmigo, capaz de reír hasta la lágrima, capaz de llorar sin consuelo (cada vez menos), capaz de demostrarme todo para demostrarle a los demás un poquito, superando los retos de esta vida complicada que me tocó en el reparto, acoplando mi triste cuenta bancaria al día a día sin que se noten los descubiertos, resoplando muy fuerte cuando espero en la consulta y FELIZ después de unos años de infarto.

Gracias, 2017, por permitirme entender que la vida no siempre es gris, que hay colores que mejoran las fotos de mi álbum particular, que con gafas también lucen las sonrisas, y que he tenido que vivir en la sombra para disfrutar aún más del sol.

Feliz año nuevo, amigos.

¡Os leo!

Consulta de suelo pélvico

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Varones que habéis caído por aquí, hoy los ojos masculinos quizá se sientan un pelín asqueados…. yo AVISO.

Lo prometido es deuda, y hoy os cuento mi visita a la consulta de suelo pélvico.

Después de seguir conviviendo con mi vejiga hiperactiva durante un año, entre infecciones y carreras al baño acabé en la sala de espera de la consulta de suelo pélvico, que físicamente es la misma de oncogine pero en otros días y con otra especialista.

Como era mi primera vez, empezamos con las preguntas de control: cuánto bebes, cuánto te levantas por la noche, cuánto aguantas…y ahora que me tenía en sus manos, las preguntas de verdad: manchas las braguitas, usas compresas, tienes pérdidas cuando toses, cuando estornudas, cuando te ríes, durante las relaciones sexuales…Concha Velasco anunciando ®Indasec era yo en ese momento, y eso que en mi caso todavía respondo que no a todas las preguntas.

Qué capacidad de sentirme vieja en dos minutos. No mayor, VIEJA. Esas cosas les pasan a las abuelas y es una auténtica verguenza… por favor, a mí no… pues ERROR, amigas. Es algo muy habitual, totalmente TABÚ, que sólo confesamos a veces a nuestras amigas más cercanas, pero nunca será un tema de conversación abierto. Y es algo que nos puede llegar antes o después, sobre todo si tenemos una menopausia provocada prematuramente, o más de tres partos, o hemos hecho algunos deportes de alta intensidad. Y lo mejor, antes de llegar, es PREVENIR. En casi todos los hospitales ya existe una unidad específica para ello, donde nos aconsejan, nos revisan, nos medican si es necesario, pero, sobre todo, donde se puede (se debe) hablar sin tapujos, sin disimulos y muy alto de las pérdidas de orina. (ale, ya lo he dicho).

La parte más vergonzante, aunque para mí fue la más divertida, es el momento potro de tortura. Todas llevamos ya en el cuerpo alguna revisión ginecológica subidas en ese bonito trono, totalmente despatarradas, con un par de ojos atentos a tus movimientos vaginales cual artista tailandesa haciendo por ahí pompas de jabón.

examen

Así tal cual, con la batilla y los calcetines (el mejor truco que he encontrado para no sentirte tan expuesta es vestido largo con botines. Así, si te dejan, sólo te deshaces de tu ropa interior) abierta como en tu noche más ardiente, escuchas una vocecilla que te va indicando: tose, empuja como en el parto, ahora no, ahora sí, y mientras , va comentando con la residente (sí, siempre hay otro médico en estos momentos) y moviendo su mano al compás, si ve lo que pasa y cómo lo valora.

Si os habéis fijado, os he dicho que para mí es la parte más divertida. Y bueno, no estoy del todo cuerda, pero no puedo evitar pensar en memes en esa posición, soy así de simple. Imaginad todo lo que da de sí la postura. Y para colmo, siendo la reina de los patosos, casi me tiro en plancha porque no esperé a que bajara del todo, me escurría constantemente hacia abajo y me daba la risa floja al subir. De todo menos tirarme un pedete, que ya hubiera sido el remate total.

Mi conclusión: que debo tomar menos café porque incrementa la frecuencia urinaria, reeducar mi vejiga yendo al baño más a menudo aunque no tenga ganas y no excederme con las bebidas (no más de dos litros al día). No era consciente de todo lo que bebo hasta que empecé a enumerar líquidos.

Vuestra conclusión (y no negocio): aquello de más vale prevenir que curar en este caso es frase a tatuar. Ante los primeros síntomas, cuéntaselo a tu ginecólogo/a.

Os leo!!

Dulce diagnóstico 

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Dulce diagnóstico 

¿Existe la posibilidad de conjugar dulzura con diagnósticos difíciles? 

Os contaba en alguna otra ocasión cómo las nuevas generaciones de oncólogos empiezan a preocuparse un poquito por los sentimientos. Por eso hoy, y por recomendación de mi sister, voy a centrarme en eso, en sentimientos.

No se vosotras, pero el día del diagnóstico lo recordaré siempre. Por duro, por extremo, por feo y, a la vez, por todo lo contrario.

Por partes:

DURO: No hace falta que os explique el por qué. El primer día de mi nuevo yo. El momento de inflexión entre la Estefanía inmadura, superficial y la Estefanía centrada, agria y valiente que empezaba a formarse. La bofetada que hace temblar tus cimientos y te enseña que la escala de valores que habías formado no aguantará este vendaval.

EXTREMO: Me voy a morir, me muero, no voy a ver crecer a mi morena, se acabó, se apaga la luz. No, no soy exagerada. Escuchas cáncer y la túnica negra y la guadaña se sientan a tu lado en la consulta. Te falta el aire, lloras y ríes de los nervios, la ansiedad se apodera de tus días y tus noches, sobre todo las noches. Intentas pensar en conocidos con la batalla ganada y sólo aparecen en tu cabeza los que se fueron, los que perdieron en el último set.

FEO: Lágrimas, pena, abrazos con sabor a despedida anticipada, miradas de compasión, incluso de alivio por no ser ellos. Médicos, hospitales, tratamientos, futuros inciertos y economías en la cuerda floja, inestabilidad, miedo.

Y TODO LO CONTRARIO: Esa llamada que quien no te imaginarías nunca cuando se entera, esos abrazos sentidos, esas manos abiertas, generosas. Ese concepto a veces perdido de piña, de unión, de familia, ya sea la de sangre o la que elegiste. Esa limpieza de vicios, esa luz al final del túnel.

Sea como sea, por favor, necesitamos hacerlo más dulce. Se puede. 

Desde el/la enfermero/a, médico/a que ese día te recibe en consulta, intentando empatizar, hablando un idioma que entendamos, sin compasión pero con humanidad. A veces la especialidad nos hace, ya de entrada, odiarlos, pero deben estar por encima de eso y demostrarnos lo contrario. Son los especialistas que nos van a curar, superhéroes de la medicina que nos tienen a su merced. Nosotros prometemos obedecer a cambio de una mano en el hombro.

Esa familia que cierra filas organizando consultas, colegios, coladas o papeleos administrativos. Toda ayuda vale. Ver la energía de los que te rodean anima, y mucho.En ese momento somos un paciente pequeñito, asustado, hecho un trapo, que necesita saber que todo va a ir bien, que nadie va a dejar ningún fleco suelto.

Esos amigos que huyen de penas y sacan sonrisas. Que te dejan llorar quince minutos a cambio de dos horas de vanidades, conversaciones de cualquier tema o color, alejados de la rutina médica. Sin agobiar, dejando espacio pero sin perder el hilo rojo. ¿Que desaparecen? Pues puente de oro. Y si se quedan….ay si se quedan!

Así, con poco, algo tan crudo como un diagnóstico de cáncer puede ser un poquito más dulce. Seguro. Lo recordaremos siempre, al igual que os recordaremos siempre si ese día, y siempre, estáis ahí con la mano tendida.

Os leo!