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Serpientes

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Estoy cambiando de piel, igual igual que una serpiente.

La costra que se ha creado cubriendo la micropigmentación está empezando a separarse, y si os soy sincera, da bastante grima.

PIEL

Ese hecho ha dejado paso a la verdadera coloración, algo más suave, menos oscura. En casa gusta más, tan oscura no terminaba de encajar. A mí me da exactamente igual. Estoy como un niño pequeño con disfraz nuevo, aunque al hacerme las curas se empapa el sujetador y, como daño colateral, estoy dejando un par de cercos «aureolares» similares a los que marcas cuando estás dando el pecho a un lactante. El sábado, por ejemplo, cualquiera que me viese pensaría que había dejado al niño con los abuelos, porque la marca era imposible de ocultar. Si alguien se hubiera atrevido a preguntar, en ningún momento le habría negado esa versión 😉

Esta semana ha tocado prestar atención (a nivel médico) a mi estómago. Detrás de cada comilona navideña, el proceso ha sido el mismo: naúseas, vómitos, descomposición estomacal, y un intenso dolor en la boca del estómago que me ha quitado bastantes horas de sueño. Tras una primera consulta al médico de familia, subí la dosis de Omeprazol, pero ni aún así calmé el dolor, ni tampoco las vomitonas de Navidad y Año Nuevo. Por eso ayer volví a la consulta, y me han mandado una prueba de aliento para ver si tengo una bacteria en el estómago. Ya os contaré resultados, porque a todo el mundo que le he preguntado y se ha hecho esta prueba le ha dado positivo.

Es evidente que la quimio ha «maltratado» muchos de mis órganos internos, por aquello de a grandes males, grandes remedios. Y me temo que poco a poco iré siendo consciente de cada uno de ellos, por eso intentaré trasmitiros síntomas, remedios y pruebas, por si os puede ayudar en algo, aunque sea en autoestima, sabiendo que no os pasa nada parecido y estais sanos como manzanas.

Me voy marchando, que tengo la agenda cargadita para esta tarde y hay que empezar a organizarse.

Os leo!!

Virus

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Veíais aquella serie tan instructiva llamada Érase una vez la vida? Me encantaba ver a los buenos luchar contra los virus malos y feos.

Pues esa batalla se lleva librando en casa desde el jueves por la noche.
Empezó la pequeña, siguió la mamá, casi al tiempo el papá, y remató la mayor. Todos malitos, casi con la misma sintomatología, y hoy con el cuerpo molido como después de un combate de boxeo. Sólo se ha salvado Zeta, que ha andado inquieta todas las noches viendo pasar fregonas y sábanas limpias.

A quien más le hace falta la pérdida de kilos – leasé a mí – seguro que ni lo noto. Seguiré con mis paseos por esa ruta tan relajante que he encontrado, bordeando el Guadarrama entre árboles y juncos.

Todo lo demás sigue bien. Las nuevas lolas tiran a rabiar, sobre todo de la cicatriz de la espalda, pero no paro de mirarlas y sonreir. Lástima que sea invierno y las tenga que llevar tapaditas por aquello de los resfriados.

Y poco más hay que contar. Seguiremos con la dieta blanda algún día más, por si las moscas.

Os leo!