Hace poquito me preguntaron: y tú, cómo estás? Y me costó contestar.

Llevamos tantos días pendientes de la salud del abuelo, que hace tiempo que no me he parado a pensar cómo estoy yo.

Físicamente regulera, he pasado un virus de gastroenteritis, un catarro con mucho moco, me noto muy cansada físicamente, las piernas me arden en algunos momentos, las cicatrices van bien, no ha vuelto a salir ningún punto azul, y parece que el líquido ya se ha reabsorvido casi en su totalidad. Han pasado dos meses desde el destete, y las cicatrices todavía están fresquitas pero bastante bien selladas, aunque eso no significa que sean menos monstruosas. Además, se me han bajado las marcas que ya tenía en las axilas, y tengo un cruce de caminos terrible a la vista. No me puedo acostumbrar, cada mirada al espejo es como una navaja pinchando el estómago, y de las prótesis ni hablamos. Casi no las llevo puestas ningún día porque son molestas, se salen del sujetador, se ven, no consigo que estén simétricas…

Y si físicamente se puede decir que no me puedo quejar, anímicamente ya ni os lo cuento. Un horror, todo el día sensible, todo el día negativa, todo el día con la lágrima al borde del ojo, todo el día sin llegar a disfrutar de lo que me rodea, porque tanto hospital agota, no por estar todo el día allí, porque en mi caso encima no es posible, pero sí tener todo el día allí mis pensamientos, mis suspiros, mis buenos deseos…

Pero ya me vais conociendo, sigo manteniendo la capacidad de ver el vaso medio lleno, y seguro que un par de sustos y una buena cena con mis brujas de Halloween me hacen cambiar el estado de ánimo.

Feliz y terrorífica noche!