Tras una mañana eterna en la piscina, viendo cómo mi sirena era un manojo de nervios prueba tras prueba, dejamos ayer por la mañana concluída la Guía IV de sincro. Una barbaridad de habilidades en seco y en agua que unos jueces con cara de vinagre valoran sin sentimientos. Y las pobres saliendo de cada una con cara de incógnita, esa que tendremos hasta esta semana, en la que comuniquen los resultados.
Y mientras, la madre mocosa intentando pasar el tiempo de la mejor manera posible, pasando ese calor tan característico de las piscinas climatizadas, evaluando sin conocimientos lo bien que lo hacen y el sacrificio que pasan.
Mocosa, sí, aunque lo de ayer era muy poco comparado con mi despertar. La hora de más que nos regalan la he pasado boqueando como los peces, con la nariz completamente taponada y una tos perruna que me desplaza las prótesis hacia los lados. Una sensación indolora pero tremendamente desagradable. Tanto, que me las tengo que sujetar, porque parece que se van a salir del sujetador.
Y esa hora de más, cómo se aprovecha? En mi caso, durmiendo. Y en el vuestro? Seguro que hay mil maneras, pero para mí dormir un poquito más es el regalo de consolación del otoño, con lo poco que me gusta.
Por todo esto, hoy toca siesta acurrucada y con mantita. Me lo pide el cuerpo.
Feliz domingo. Os leo!