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Linfocele

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Bueno, bueno, de nuevo mañana de hospitales, aunque hoy me he traído a la excursión una acompañante de excepción. Ha sido el primer viaje en Metro de Carlota, y sigue sin dormirse porque todo la asombra: la locución en cada parada, las sonrisas de los usuarios, los ascensores…

Y la mañana está dando sus frutos. Ecografía hecha. El golpe no me ha hecho nada, pero como se veía líquido, pues punción y a extraer. En el informe lo llaman linfocele.

Es sorprendente, pero no he sentido el pinchazo. Totalmente insensible. No se si eso es bueno o malo, pero por lo menos no me he enterado, y he podido ver cómo era el líquido y la cantidad: 15 cc de algo parecido a la gelatina antes de cuajar, en un amarillo oscuro feo y con espumilla. Lo se, no hacía falta ser tan explícita, pero si alguien pasa por lo mismo que yo, querrá saberlo. En mi caso, a mí me gustaría.

Han tenido que usar dos jeringuillas, pero esta vez no ha sido mucho.
Eso sí, ahora me duele a rabiar la cicatriz e incluso el brazo, me tengo que dejar el apósito hasta esta noche. Pero nada que no se pase con un ibuprofeno. Me voy feliz porque no hay nada, yuhuuuu!

Y ese va a ser mi motivo para sonreir hoy. Voy a seguir disfrutando del viaje con mi compañera, que está saludando a medio vagón.
Sed buenos!!

Vista atrás

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Hoy que he tenido visita al oftalmólogo para revisar mi córnea tocada por los herpes (gracias, M.A), es buen momento para echar la vista atrás. Sobre todo por aquellos que no habéis sufrido conmigo la enfermedad.
En junio del 2007 me diagnosticaron un cáncer de mama bilateral. Si os lo preguntáis, no, no tenía ningún síntoma, fui porque en la mama izquierda palpé un “bultito” al que no hice mucho caso pero que, al volverlo a palpar días después, había crecido. Primera visita: médico de cabecera. Volante “preferente” para ginecología.
Segunda visita: doctora de empresa, Raquel, que me recomienda ir a urgencias y no esperar a la cita con el gine.
Tercera visita: camión de mamografías de la Aecc, que, casualmente, estaba en Arroyomolinos. No lo ponen fácil, no entro en el protocolo, y no me la hacen. Me mandan a urgencias del hospital.
Cuarta visita: urgencias del hospital. Eco, y cita “urgente” para una mamografía.
Y llega el día de la mamografía. Si alguna vez os han hecho alguna, me entendereis. Los nervios se hacen insoportables, se junta el dolor con el riesgo por el que estás allí. Recuerdo que salí con lágrimas contenidas.
Tienes que esperar antes de poder irte y, en esa ocasión, no salieron a decir que me marchara, sino a pasarme a la sala de al lado para una eco. Otra? Es lo que suena en mi cabeza.
Sala de eco, poca luz, y una doctora empieza a pasar el ecógrafo por el pecho izquierdo. Se para…vuelve a pararse…otra vez…aprieta más…
“-Te vamos a hacer una punción-” Treinta y tres movimientos circulares con una aguja muuuy larga en el pecho. Dolía, sí, pero la lágrima que caía era más de miedo que dolor.
Pasa al pecho derecho. Parece rutinario, se para menos, va más deprisa, hasta que vuelve a pasar, y otra vez, y otra…
“-Te voy a hacer otra punción, aguanta-” y de nuevo a contar hasta treinta y tres. No tengo ni idea del porqué ese número, pero contaba en bajito.
Al salir, Jaime esperando con cara de susto. No me han dicho nada, me llamarán.
Y ahí lo dejo. Esperad que me reponga en la memoria y os seguiré contando.
Hasta pasado mañana!