Hoy voy a escribir sobre Berta, mi niña mayor.
El 27 de junio del 2001 recibí este regalo, y, a día de hoy, puedo decir muy orgullosa que estoy enamorada de ella, de su forma de hablar, de su manera de ver la vida, de su humor y de su risa, de su madurez.
Cuando una niña de diez años pasa por tantos avatares, se convierte en un adulto inocente de pensamiento, y son los adultos mas interesantes con los que puedes estar.
Te dirá las verdades sin pensarlas, te dará los mejores consejos, los más sinceros, los que mas duelen y los que mas te gratifican, te enseñará a ver la vida con sus ojos, que, os lo aseguro, es la manera más bonita de mirar.
Ha sabido reponerse de la separación de sus padres, de una nueva relación de su madre, de un accidente de tráfico en el que ella me consolaba en mi ataque de pánico, de una mami calva a la que daba besos que la dejaban reluciente por dentro y por fuera, y ahora del adiós a su abuelo favorito. Bueno, de ésto último estamos aprendiendo a reponernos, con su pañuelo en el bolsillo y mirando al cielo en busca de su estrella.
Es la reina del baile, del sing star, del cotilleo, de los dimes y diretes del cole, de la piscina, de la flexibilidad, es MI REINA, ni siquiera desplazada por la princesa recién llegada, a la que adora y cuida, siendo consciente del regalo que nos ha dado la vida.
No os puedo explicar el orgullo que siento al hablar de ella, y nunca entenderé cómo alguien puede perderse ni un solo instante de su vida.
Berta, te quiero infinito!