Recuerdo perfectamente el momento de escribir esta entrada. Camino al Hospital Ramón y Cajal, sin saberlo, los últimos días de tener a mi papi conmigo, mucho revuelo en mi cabeza y un momento de inspiración.
Voy montada en un tren, viendo bambis y jabalís atravesando el Pardo, y llevo un rato comparando mi vida con un vagón, os explico por qué.
Igual que los trenes, primero sales de una estación como nuevo, vacío y lleno de combustible. Con el paso de los años, vas llenando los vagones de gente, algunos con billete sólo para pocas estaciones, otros se bajan en marcha, otros te manchan con pintadas, otros te cuidan y te respetan, los hay que van contigo de principio a fin de trayecto…
Igual que en los trenes, el revisor sabe que algunos son legales y llevan billete, otros llevan abono, otros se cuelan y te roban…
Igual que en los trenes, algunas veces te cambias de vía de manera programada, otras tienes que cambiarte sin avisar para evitar males mayores, cuando ya eres un tren veterano, tiendes a acomodarte en la misma vía y, aunque encuentres baches, sigues el trayecto…
Igual que en los trenes, alguna vez puede que estrenes nuevas estaciones, y te sientes orgulloso de su afluencia, de sus inauguraciones…
Igual que en los trenes, con tantos kilómetros acumulados, empiezas a tener que revisarte cada vez más a menudo, tienen que cambiarte piezas, a veces tienes que pasar muchos días de taller para volver a estar como nuevo.
Y, al igual que los trenes, cada vez cuestas mas, cada vez te publicitas más para aumentar tu clientela, y cada vez eres más puntual porque si no debes devolver el importe del billete.
Pedazo de metáfora que me he marcado hoy. Si la desgranáis frase a frase, veréis como en vuestro caso, también tenéis algo de vagón.
Nunca llegué a saber si se entendió, si cada uno la personalizó o si pasó desapercibida, pero os aseguro que para mí decía millones de cosas en pocas letras, ocultas tras las imágenes ferroviarias.
Y a día de hoy, sigo siendo un tren cada vez con menos pasajeros pero con más vagones de primera clase, alguna revisión nueva en mi carrocería, cada vez más puntual, con mejor publicidad. Las estaciones nuevas tienen unas fiestas de inauguración espectaculares, llenas de buenos deseos y chinchines. Y estoy consiguiendo transformar las pintadas en purpurina poco a poco.
Os dejo que hagáis vuestro propio trayecto. Buen viaje.
¡Os leo!