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Supermujeres

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Supermujeres

06:40.- Suena el despertador. Corre a modificar tu imagen en el espejo. Chapa, pintura y entelado. Mochilas preparadas en la entrada para las cachorras, bocatas repartidos, tacones de puntillas para no hacer ruido mientras intentas mantener la compostura bajando al garaje con el abrigo, tu bolso y las mochilas de ballet y boxeo colgados al hombro y las llaves del coche entre los dientes.

07:40-15:10.- Jornada laboral. Día de locos atendiendo a un público predispuesto a enfadarse porque eres un inútil funcionario que no das ni chapa, independientemente de una excelente carrera laboral, tu buen hacer y tu sonrisa. Bonita cefalea por soportar un nivel de ruido muy por encima de lo deseable durante toda la mañana. Menos mal que el momento café con compañeros-amigos sacan de tí carcajadas.

15:15-16:30.- Compra expréss para que tu nevera no chille de hambre (y tus cachorras con ella). Mis pies se empiezan a resentir de los tacones. Se me olvida algo, lo sé, y no me acuerdo de qué. Carga tres bolsas, 6 litros de leche y alguna cosa más y corre que vas justa de hora.

17:00.- Achuchones y besos, sin duda, el mejor momento del día. Reparto de meriendas, de niñas a distintas actividades y de amigas de niñas a sus respectivos destinos. Ese ratito de coche hablando a voces y cantando si se tercia 💓. Respira hondo cuando cumples el último destino y ya puedes, relajada, subir el volumen de la música.

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17:30-18:30.- Mientras las cachorras desfogan en las extraescolares, cafetito con amigas-madresdecachorras arreglando el mundo, cortando patrones, poniéndonos al día, quitándonos el turno de palabra, espolvoreando café por la ropa de la de enfrente por la carcajada. Por fin un descanso para mis pies de tanto paseíto entaconada. Y mi dolor de cabeza parece que empieza a remitir, risoterapia al poder.

18:30.- Empiezan los juegos del hambre: vuelta a casa, deberes, gritos, sacar a la perra, enfados, estrés, duchas, cena, lavadoras, intentar recoger para que la leonera parezca un sitio habitable. Vuelven el dolor intenso en la cuenca del ojo y en medio de la frente. Llamadas para ponerse al día con la familia.

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21:00.- Niñas ya recogidas, lectura con la pequeña entre conversaciones de cole, planificaciones de finde y abrazos y besos variados. Madre mía, mis ojos parecen tener arena y no pestañas. Ropa para mañana preparada, camas abiertas y luces fuera.

21:30-???.- M-I-M-O-M-E-N-T-O. Mi serie, o mis juegos, o mi crochet, o mi libro, o mi curso de inglés. LO-QUE-ME-APETEZCA. Me revienta la cabeza. Elegir entre seguir durmiéndome esperando a que termine este capítulo o hacerme una foto ridícula con el filtro más raro que encuentre. PEQUEÑOS-PLACERES-DE-MI-VIDA.

Último repaso al día de mañana, a las habitantes de las habitaciones silenciosas que están para comérselas mientras respiran tranquilas, destrucción de la chapa y pintura y, por fin, sueño reparador que llega antes de tiempo y no me deja terminar la página que intento leer.

Cualquier supermujer puede tener un día parecido, pero os aseguro que para las supervivientes, estos días se convierten en «ochomiles» a escalar.

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Ovación cerrada para todas y cada una de ellas porque superarlos nos da un SUPERPODER que podemos llamar autoestima, poderío, normalización.

A por ello! Y en cada momento de flojera, de resoplar, de agotamiento, recuerda que somos un montón de SUPERMUJERES las que estamos detrás empujando para que llegues.

Os leo!!

Acción de Gracias

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Acción de Gracias

Viernes 28 de noviembre, Black Friday en los Estados Unidos tras una opípara cena trinchando el pavo en familia, y yo conduciendo camino del trabajo bajo el diluvio universal. Me salió agradecerle a mi protector, el que está en el sofá de nubes, pensando que soy una afortunada, que, con la que cae, tengo trabajo a 20 minutos de casa, dinero para pagar letra, seguro, reparaciones y gasolina para el coche, que es mucho, y encima llego a una oficina calentita y no debo enfundarme un uniforme y patear la calle.

Y de ahí surgió mi propio Acción de Gracias. Nadie que compartiera ayer el día conmigo sabía que formaba parte de un experimento, para mí fue muy divertido, y me ha servido para analizar la suerte que tengo, o que tenemos, y que no sabemos valorar.

Empiezo y repito con el trabajo. Afortunada de tenerlo, de saber que, si nada lo impide, me jubilaré trabajando, lo que me asegura una pensión y un futuro digno, aunque el sueldo no me de para grandes lujos. Sobre todo, agradezco el calor, la comodidad, la tecnología a mi alcance, y, lo imprescindible, compañeros e incluso amigos con los que paso la mitad de mis días, de mis alegrías y de mis penurias, con los que discuto y, sobre todo, sonrío, río a carcajadas y disfruto de ser mujer trabajadora.

Agradezco poder tener conversaciones «a sentimiento abierto» con mi familia, sabiendo que, aunque nos hagamos daño, tenemos todo el derecho a hablar, gritar, llorar o reír con nuestras vidas, el pasado y el futuro. Que mi niña mayor sea una jovenzuela bastante madura con la que charlar sobre temas escabrosos que no nos gustan, pero que son necesarios para seguir construyendo nuestra historia.

Agradezco tener gente al otro lado dispuesta a hacerme la vida más fácil, con favores que parecen pequeños pero les hacen muy grandes.

Agradezco tener tan buenos amigos que me demuestran, año tras año, que no me olvidan, y algunos incluso que me lo demuestran día a día, incondicionales, escuchando lo bueno y lo malo de mi vida, confiándome lo bueno y lo malo de las suyas, y consiguiendo hacer de esos momentos, en muchos casos, lo mejor del día.

Agradezco vivir donde vivo. Me encanta mi casa, mi barrio y, como dicen los de Mr. Wondeful, con quién la comparto. Adoro los fines de semana de sofá, manta, libro y hombro donde apoyarme.

Agradezco tener alguien que me saque a bailar, que me ronde, que me diga que me quiere y que «nada valgo sin tu amor«, con quien compartir foie y boletus, paseos empedrados y amor incondicional a rubias mocosas. Alguien capaz de reconocer errores y empezar de nuevo, enseñándome a mí a empezar también.

Y agradezco estar sana, estar viva, y ser consciente de ello cada día, para volver a agradecer cada amanecer, así, en bucle, uno tras otro y hasta el fin de mis días.

Evidentemente, hoy me despido dándote las GRACIAS. Adiós Lolas Adiós existe gracias a vosotros que me leéis, que me comentáis, que me animáis a seguir, que me compartís con otros/as, que me incitáis, que me provocáis, que me dais ejemplo.

Os leo!!

Las cuñas de hospital

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Las cuñas de hospital

Ya os he contado alguna vez mi pasión por el café y, sobre todo, por compartirlo con amigos que me hagan pensar, reir, llorar o lo que surja mientras me lo tomo.

Pues en una de esas conversaciones de risa tras risa por temas a veces absurdos, no se muy bien por que salió «el tema»: las cuñas de hospital.

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Esos incómodos váteres portátiles con el objetivo, malamente pensado, de facilitarnos la vida en la cama del hospital.

No me equivoco si pienso que todos los que me estáis leyendo habéis evitado a toda costa su uso. Y estáis sonriendo al recordarlo. Y ahora sonreís más. O no?
Pero no siempre se puede evitar. Y creo que ni el paso por el potro de ginecología es más humillante.
Ese levantar el «culete» que la enfermera chisposa te azota para que eleves, ese mal rato mirando hacia otro lado, como si así no pareciera que estás haciendo pis, esa tos para disimular el chorro, que, para colmo, es parecidísimo al de una vaca, ese rezo para que no se escape un pedete y termine de hundirte la reputación hospitalaria, esa gota traicionera que no puedes evitar que se quede contigo al volver a levantar el culete para retirarlo. Y cruza los dedos para que la enfermera no esté ocupada y tarde un cuarto de hora en venir a retirarla.

Os aseguro que he preferido movilizar a toda la familia y caminar 30 metros en hora y media con cuatro drenajes para llegar al baño antes que volver a usarla.

Señores de la industria del material hospitalario: de verdad que con todos los avances en años y años, no han descubierto nada mejor? Voy a acabar pensando en una conspiración entre ustedes y las enfermeras de planta para que movamos el dichoso «culete».

Os dejo. Mis lolas siguen estupendas. Y tengo unos días despejados de consultas médicas propias. Voy a ser una simple acompañante estos días.

Hoy más que nunca, día del libro, os leo!

__________________________Now in English_______________________

Already I have told you at some time my passion for the coffee and, especially, for sharing it with friends who make me think, re-go, cry or who it arises while I take it.

So in one of these conversations of laugh after laugh for sometimes absurd topics, not very well for that there went out » the topic «: the wedges of hospital. 

These inconvinient portable váteres with the aim, wrongly well-considered, of facilitating the life to us in the bed of the hospital. I am not wrong if I think that all that you are reading me you have avoided at any expense his use. And you are smiling on it having remembered. And now you smile more. Or not?

But not always it is possible to avoid. And I think that not even the step along the colt of gynaecology is more humiliating. This the «culete» raising that the which emits sparks on burning nurse flogs you in order that you raise, this evil moment looking at another side, as if this way it does not seem that you are doing wee, this cough to hide the jet, which, for limit, is similar to that of a cow, this prayer in order that a pedete does not escape and stops sinking the hospitable reputation, This treacherous drop that you cannot prevent it from c only with you on having returned to raise the culete to withdraw it. And it crosses the fingers in order that the nurse is not occupied and a quarter of hour is late in coming to withdraw it. I assure you that I have preferred mobilizing to the whole family and travelling 30 meters in the hour and a half with four drainages to come to the bath before that to return to use her.

Masters of the industry of the hospitable material: indeed that with all the advances in years and years, have not discovered anything better? I am going to end up by thinking about a conspiracy between you and the nurses of plant in order that we move the happy «culete».

I leave you. My lolas are still marvellous. And I have a few clear days of medical own consultations. I am going to be one simple accompanist these days. 

Today more than never, day of the book, I read you!