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Virus

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Veíais aquella serie tan instructiva llamada Érase una vez la vida? Me encantaba ver a los buenos luchar contra los virus malos y feos.

Pues esa batalla se lleva librando en casa desde el jueves por la noche.
Empezó la pequeña, siguió la mamá, casi al tiempo el papá, y remató la mayor. Todos malitos, casi con la misma sintomatología, y hoy con el cuerpo molido como después de un combate de boxeo. Sólo se ha salvado Zeta, que ha andado inquieta todas las noches viendo pasar fregonas y sábanas limpias.

A quien más le hace falta la pérdida de kilos – leasé a mí – seguro que ni lo noto. Seguiré con mis paseos por esa ruta tan relajante que he encontrado, bordeando el Guadarrama entre árboles y juncos.

Todo lo demás sigue bien. Las nuevas lolas tiran a rabiar, sobre todo de la cicatriz de la espalda, pero no paro de mirarlas y sonreir. Lástima que sea invierno y las tenga que llevar tapaditas por aquello de los resfriados.

Y poco más hay que contar. Seguiremos con la dieta blanda algún día más, por si las moscas.

Os leo!

Semana de la familia

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Esta semana ha ido de convivencias.

Berta ha dormido (es un decir) en el cole con otros cientos. Se me caía la baba verla ayer entrar con el saco de dormir lleno de emociones. Nada que ver con cómo saldrá hoy, cansada, pero con el saco lleno de experiencias que se pasará todo el camino a la pisci contándome. Cual abuelita os diré que en mis tiempos no hacíamos esas cosas, pero no me hubiera importado nada. Mixto, claro, Maristas y Agustinas. Y bailar en la discoteca en pijama como han hecho ellos.

Y en la escuela de Carlota están celebrando la semana de la familia, así que allí me tenéis, tirada en el suelo, con 26 ojitos mirándome sin pestañear, cantando todo el repertorio de canciones infantiles, y leyendo cuentos. Cómo he disfrutado!
Allí me he dado cuenta de la necesidad imperiosa de la enana de rodearse de más niños. Como me ha dicho mi manicurista favorita, se nota demasiado que ha estado año y medio rodeada de «glamour»: no permite que la agarren para hacer un trenecito, ni da las manos para jugar al corro…de los pelos me ha puesto verla así. Asumo mis hechos, dije que la iba a malcriar, pero tanto como para eso…pues sí que me ha salido fina!
Qué distintas son, es increíble!

Ahí os dejo, asados de calor y pensando en vuestros propios hijos y hermanos, para darme algo de razón en eso de las diferencias, a que sí?

Os leo, que tengáis un estupendo fin de semana, sobre todo una de mis familias favoritas, que echarán mucho de menos a sus estrellas.

D. G.

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Día dos D.G. (después de la guarde):

El sujeto C presenta signos de integración, aunque muy débiles.

Perfecto tono de voz para el «berreo»; puede mantenerlo durante minutos sin síntomas de ronquera.

Buen método teatral: es capaz de llorar a moco tendido y, en décimas de segundo, reir a carcajadas con los ojos llenos de lágrimas y la cara llena de mocos. Hay que observarlo.

En general, visto bueno al proceso de integración. Se recomiendan más horas de contacto mocoso-mocoso para dejar que interactúe.

Este sería el informe de mis dos últimos días.

Entre medias de tanto viajecito a Moraleja, encuentros con amigas «pre-púber» de Berta, vuelta al cole y al cafetito terapéutico, a la Thermomix y la mopa, a preparar mochilas con agendas y bañadores, a los dolores intensos de brazo y la agenda médica, a la preocupación por las infecciones «primiles» y los pre-operatorios, a las pesadillas que nunca se fueron. Otra vez, a mi rutina. Como todos, a que sí?

Pues, por mi parte, bienvenida sea. Y bienvenidos a todos tras la pausa de Semana Santa. Nos leemos!