Ayer hizo una semana de mi obra de ingeniería. Ocho noches con sus ocho amaneceres. Todo va en la línea correcta, tengo un drenaje menos, el C, mama izquierda, y he estado atormentada toda la noche con un dolor nuevo rarísimo, que ha resultado ser porque se me ha juntado la faja con el sujetador y me han hecho marca. Hay que ser simple! Yo, por no tocarme, pasando una noche de preocupación.
Mi rutina diaria sigue su curso.
A las 06:30 a.m., encendido de luces sin piedad para vaciar drenajes. Ratito de lectura hasta que vuelvo a cabecear, y, a partir de las 08:30, frenesí absoluto: limpieza, duchas, camas, desayunos, curas, visitas médicas, novedades, y por fin, descanso hasta la comida. Es el momento de mi paseíto, el descafeinado de máquina y el ratito en la terraza, respirando aire de verdad, aunque sea abrasador.
Tras la comida, lectura otra vez, aunque a veces me vence el sopor, y, tras la merienda, el mayor número de horas libres sin nada que hacer: paseo, lectura, búsqueda de un puntito de cobertura para poder contestar algún mensajito, más paseos, y el carrito de la cena empieza a sonar por el pasillo.
Y empiezan las mejores horas: la compañía de mi enfermero favorito, contarnos el día, echar de menos juntos a las enanas, paseos, risas y besos de buenas noches.
Gracias a todos por el interés, las llamadas, los mensajes, los regalos y las visitas. Sigo sin cobertura y sin aprender cómo van las señales de humo. En unos días volveré a la civilización y os iré respondiendo.
Aprovechad vuestro fin de semana. Os leo!