Situación: tumbona, en la retirada del sol, relajada viendo a una de las enanas bañarse, la otra ha preferido los brazos del papi y unas patatas fritas.
Divino tesoro las vacaciones, y bendito anonimato.
El primer día intenté ponerme las prótesis para bajar a bañarme, pero estuve todo el rato colocándome, preocupada porque se veía la cicatriz, aguantando el peso…y os podéis imaginar el baño. Eso no era ni disfrutar ni nada parecido.
Resolución: aquí no me conoce nadie, no tengo que preocuparme si me miran, no me apetece tener que estar protegiendo la vista de los demás.
Consecuencia: estoy disfrutando de mi libertad, sin disimular ante nadie los devastadores efectos de la enfermedad, mostrando cicatrices que sin hablar, lo dicen todo.
Efecto: miradas, mezcla de lástima y admiración, susurros, curiosamente, miradas a sus propios pechos e imagino que agradecimiento por tenerlos, y sonrisas. Miran lo bien que estamos los cuatro, tan tranquilos, tan divertidos, tan felices, y sonríen por la lección aprendida.
Enseñanza: tenía que haberlo decidido antes. Si yo me acepto, es mucho más fácil para los demás aceptarme. No tengo nada de lo que avergonzarme, no lo he buscado yo. Estoy viva, sana y descubiendo calas preciosas escondidas en un parque natural. Y, para colmo, dentro de muy poco, camuflaré el horror gracias a los avances médicos. Se puede pedir más? Definitivamente, en este momento, no.
El sol me llama para despedirse. Voy corriendo a decirle adiós.
Os leo!