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VIII Congreso Gepac

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CONGRESO

He tenido un fin de semana de esos que te dejan resacosa para el resto de los días sin haber probado una gota de alcohol.

Esos fines de semana que te dejan mil recuerdos para visualizar cada mil bostezos,  que te saben a poco aún teniendo tanto que hacer, lleno de sonrisas, risas, carcajadas, abrazos, reencuentros y nuevas amistades, sabiduría, conocimiento, ilusión, buen hacer, profesionales y voluntarios, equipos y cooperación. Esos fines de semana que duran varias semanas más, de los que hablas y hablas y siempre te queda algo por contar.

Y diréis: -«¿Pero dónde ha estado esta chica?»

Muy fácil: de Congreso

Algunos tendréis los congresos como parte de vuestra vida laboral y sabréis de lo que hablo. Pero para mí ha sido una aventura nueva, desconocida, y confieso que me ha gustado, me he movido como pez en el agua.

Ha sido el VIII Congreso Gepac, «el lugar donde todas las piezas encajan». Punto de encuentro entre profesionales de la medicina, periodistas, empresa farmacéutica, investigadores, asociaciones de pacientes, familiares, amigos y, sobre todo, supervivientes.

Se ha hablado de nutrición, memoria, recursos, colon, hodgkin, mieloma, emociones, tiroides, sarcomas, cabeza, cuello, hígado, síndromes, crónicos, ginecología, supervivientes, mundo laboral, psicología, bienestar, reacciones, infancia, internet, efectos secundarios, familia, dolor, fertilidad, médula, linfedema, sexualidad, vejiga, paliativos, duelo, pérdida, páncreas, renal, adolescencia, imagen personal, maquillaje, mama, futuro, mayores, pulmón, próstata, metástasis, leucemia, miedo, pareja, hábitos de vida, piel, incapacidad, esófago, estómago, raros, tumores, cerebro….cáncer.

Una «okupación» espectacular del Círculo de Bellas Artes, que durante tres días se ha teñido de morado, el color del superviviente, el color de los voluntarios. Y ahí es donde yo, junto con otros ciento y pico, entro en juego.

Voluntariado en su definición más amplia: he hecho casi casi de todo. He sido secretaria, presentadora, organizadora de eventos, azafata, vendedora, ayudante de fotografía, coordinadora, feliz…

Es muy difícil expresaros la sensación del buen hacer, el orgullo de ver sonreir a un interlocutor que está perdido, asustado, y que no puede creerse que tú hayas pasado por lo mismo. El hombro donde llorar a toro pasado, animando, cogiendo del brazo y dando alas. Porque fundamentalmente eso es lo que he hecho: dar y, sobre todo, recibir alas. Tanto alrededor de la dichosa palabra maldita, y un sólo edificio donde abordarlo.

Reconozco que físicamente ha sido agotador, que el sábado creo que ciento y pico personillas dormíamos como bebés para coger fuerzas, pero merece tanto la pena que ni lo sientes.

Ya me despido, no sin antes dar las gracias a Gepac por permitirme formar parte de todo ésto, pero, sobre todo, a Fátima Castaño. No se lo digáis, es un secreto, pero la he pillado: sus miedos por hacerlo bien han sido una cortina de humo para despistar. Ella sabía de su poder, pero quería ir de pobrecita para tenernos comiendo de su mano. 😉

Por todo esto, ser voluntaria se ha puesto en primer lugar en mi currículum. No se cobra, pero la nómina que guardo es para enmarcar.

Fdo. Estefanía Soriano. Voluntaria.

Os leo!!

Antiguas alumnas

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Hoy se celebra en mi cole de toda la vida el día de las antiguas alumnas. Bueno, ya es mixto, así que, para hablar con propiedad, el día de los antiguos alumnos.

La urticaria de Carlota me ha impedido ir, aunque os tengo que decir que POR FIN hemos encontrado un jarabe mágico que parece que empieza a hacer efecto. Se ha levantado con menos ronchas, cruzo los dedos para que por fin deje de parecer una niña mala post-varicela.

Volviendo al tema del cole, me hubiera encantado ir a rememorar viejos tiempos, ver a las monjas pavoneándose de las buenas mujeres de provecho en que nos hemos convertido, cantar con el vello de punta las canciones que me transportan a mi infancia y juventud, trasteando, con ataques de risa convertidos en castigos, horas de patio con las rodillas llenas de heridas por mi torpeza en el atletismo, los bailes de fin de curso, los nervios compartidos antes de un examen, las clases de hogar (madre mía), ese libro de literatura con pasta dura y a Sor Carmen diciendo tu apellido -srta. Soriano, a la pizarra-, los castigos después de clase limpiando el encerado…
Siempre he dicho que si trasladaran tal cual mi cole cerca de casa, no hubiera tenido ninguna duda al elegir centro para mis hijas. Estoy muy orgullosa de la educación recibida allí, incluso con lo que ha supuesto aguantar los chistecitos por haber ido a un cole de monjas.

Aunque la imagen de la fiesta del año pasado me taladra el corazón, presentando a Carlota a la Virgen del Buen Consejo delante de un abuelo cargado como siempre con su cámara al hombro y una sonrisa perpetua de orgullo. Cómo puede cambiar tanto la vida en meses!

Por eso, mi recuerdo hoy para todas las que van a estar allí -Moni, lo siento, hoy no nos vemos-, y, sobre todo, mi enhorabuena a esa congregación que sigue haciendo tan buen trabajo como siempre, aunque en estos tiempos todavía tiene más mérito.

Recordaremos el tiempo allí pasado, lo llevaremos siempre en el corazón

Recuerdos

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Cuando ves a un familiar enfermo se abre la caja de los recuerdos. Yo tengo abierto el archivo de la infancia desde el verano, y voy a compartir con vosotros algunos, quereis?
Fui la tercera y última de tres hermanas, la mimada, la que lloraba estilo sirena, la que compartía habitación y se dormía de repente, en medio de la conversación pero con aviso previo, -me duermo-, y dicho y hecho.
Fui feliz en mi cole, en esos viernes de bañera, pescadito y el 1,2,3 en la tele, en esas peleas entre las mayores encerrada en la habitación, en esos domingos de cama compartida con papá y mamá. Sin lujos, sin coche, sin vaqueros de marca.
Fui la deportista, la que hacia madrugar todos los fines de semana de verano a los papis para ir de competición a cualquier pueblo que organizara campeonato, la de los bañadores último modelo, la de los diez en mate cuando las demás eran de letras puras, la rebelde que da disgustos, aunque siempre con una sonrisa.
Pero sobre todo, fui y soy muy feliz porque he tenido la suerte de disfrutar de una familia unida, de comer a diario con mis padres, de hacer los deberes y corregirlos con ellos, de ir de vacaciones con ellos, de ver los dibujos y luego la peli de los sábados con ellos, de pasear por Talavera con ellos, de sufrir los castigos por rebelde, de sentirme querida, de besos y abrazos, de mirarles a los ojos y sentirme entendida.
No soy la hija perfecta, aunque seguro que ellos tampoco la querrían. Nos quieren porque somos su fruto, y creo que se pueden sentir orgullosos, aunque nunca tanto como yo me siento orgullosa de ellos.
Papá y mamá, os quiero a morir. Y pararía el tiempo para seguir haciéndolo.